Este mes D. José Manuel Vidal Ortuño nos adentra en la mágnifica obra de Azorín, La Voluntad, ahora en "La vida en el Colegio":

Entre 1881 y 1888, José Martínez Ruiz estuvo estudiando, como alumno interno, en el desaparecido Colegio de Escuelas Pías de Yecla, cuyo edificio tenía “una larga fachada, sin enlucir, rojiza, áspera, trepada por balcones numerosos”.

Sus experiencias escolares quedaron recogidas en ese magnífico libro de memorias que es Las confesiones de un pequeño filósofo. Azorín, a la altura de 1904, evoca esos años en los que vivió y, en ocasiones, sufrió un rígido sistema de enseñanza (no hay más que leer el capítulo “La vida en el Colegio”). Recuerda clases y profesores, que, con alguna salvedad, nunca rozaron la excelencia. Los malos profesores, muy delicadamente, son silenciados (capítulos “La lección” y “La propiedad es sagrada e inviolable”). Para otros hay, sin embargo, una mirada indulgente. Así, al padre Peña, que daba Francés, le chorreaba el cosmético con el que intentaba ocultar sus canas; el padre Miranda, que explicaba Historia Universal, se quedaba dormido en las clases; y el padre Joaquín, profesor de Agricultura, le vaticinaba a Azorín un brillante futuro en Madrid “hecho un silbantillo”. El contraste lo marca el padre Carlos Lasalde, al cual se refiere nuestro escritor como “el sabio arqueólogo” y del que guarda “un recuerdo dulce y suave”. Quizás con este retrato el joven Martínez Ruiz nos estaba mostrando cómo debían ser los profesores del futuro.

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Bases en Azorín